

Cementerios para la celebración

Cementerio de Atzompa
Ubicado a menos de 30 minutos al oeste de la ciudad, Atzompa es un cementerio tradicional en Oaxaca para el Día de Muertos. Tiene un ambiente más rústico que Xoxo y atrae a menos gente.

Cementerio de San Felipe
Un cementerio de tamaño medio y de larga tradición. Muchas familias se reúnen en este cementerio las noches del 31 de octubre, 1 de noviembre y 2 de noviembre.

Cementerio Xochimilco
Un pequeño cementerio ubicado en el tradicional barrio de Xochimilco. Si bien este cementerio de Oaxaca estaba un poco más tranquilo .

Panteón General
Este cementerio es una visita obligada para cualquiera que viaje a Oaxca, pero si lo visita por el "Día de los Muertos"
31 de octubre – 2 de noviembre
Panteón General
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Gran Comparsa de Día de Muertos y el Concurso de Catrinas, a las 18:00 en la ciudad de Oaxaca.
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Conciertos en la Alameda de León y el Barrio de Xochimilco en la capital de Oaxaca, a las 20:00 horas.
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Concierto en San Pablo Villa de Mitla, a las 20:00 horas.
Durante el Día de Muertos, Oaxaca se llena de música, color y tradición. Una de las celebraciones más alegres y emblemáticas son las comparsas —desfiles callejeros donde la gente se disfraza de calaveras, catrinas y personajes festivos para acompañar a los difuntos con baile, música de banda y alegría.
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Las comparsas recorren las calles de los barrios, muchas veces encabezadas por grupos de amigos o familias que mantienen viva esta costumbre año tras año. Los vecinos se unen para celebrar, compartir mezcal, pan de muerto y dulces, mientras la música resuena en cada rincón.
Ver o participar en una comparsa es vivir el espíritu oaxaqueño: una mezcla de respeto por la muerte y amor por la vida.
Si te encuentras con una durante tu estancia, ¡no dudes en unirte al baile! Es una experiencia única que refleja la esencia y el corazón de Oaxaca.
Oaxaca la fiesta mas viva de muertos
Durante el Día de Muertos, Oaxaca se transforma en un lienzo vivo. Las fachadas coloniales del Andador Turístico, con sus muros de cantera verde, puertas de madera tallada y balcones de hierro forjado, se llenan de vida, luz y color. Las calles se cubren con pétalos de flor de cempasúchil, esa flor dorada que los oaxaqueños llaman “flor de los muertos” y que, según la tradición, guía a las almas hacia sus hogares con su color intenso y su aroma.
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Caminar por el centro en estas fechas es una experiencia mágica: los templos se iluminan, los altares aparecen detrás de puertas entreabiertas y las familias se reúnen frente a las fachadas para colocar velas, calaveras de azúcar y fotografías de sus seres queridos. Las calles se llenan de comparsas, música de banda y risas que celebran la vida en lugar de temer a la muerte.
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En los barrios tradicionales como Jalatlaco y Xochimilco, la atmósfera se vuelve aún más íntima. Las casas de colores vivos se adornan con guirnaldas de flores, papel picado y veladoras. Los vecinos abren las puertas de sus hogares para compartir pan de muerto, mezcal y el recuerdo de quienes ya partieron. En Jalatlaco, los murales se mezclan con los altares callejeros; en Xochimilco, los caminos de pétalos conducen hasta los cementerios, donde el canto, la música y las lágrimas se entrelazan con amor y respeto.
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Las fachadas, que durante todo el año son símbolo de historia y belleza, se convierten en escenarios de memoria y tradición. En cada color hay una historia, en cada flor un recuerdo, y en cada puerta una invitación a comprender el alma oaxaqueña: alegre, profunda y llena de vida.
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Visitar Oaxaca en estas fechas es vivir una de las expresiones más hermosas del mundo: una ciudad que honra a sus muertos celebrando la vida con color, música y flores.
Altares de Muertos: El Corazón del Zócalo de Oaxaca
Durante los días de Muertos, el Zócalo de Oaxaca se convierte en el alma de la celebración. Allí, entre la música, los aromas a copal y el resplandor de miles de velas, se levantan los altares monumentales que representan a las distintas regiones del estado. Cada altar es una ventana abierta a la diversidad cultural de Oaxaca, una tierra donde cada pueblo honra a sus difuntos con su propio lenguaje de flores, colores y símbolos.
Caminar por el Zócalo en estas fechas es hacer un viaje por toda Oaxaca sin salir del corazón de la ciudad. Se pueden ver los altares del Istmo de Tehuantepec, decorados con huipiles bordados, velas altas y retratos enmarcados con flores rojas y amarillas; los del Valle Central, donde abunda la flor de cempasúchil, el copal y el pan de muerto; los de la Sierra Norte, adornados con elementos naturales como hojas de pino, frutos, y cruces tejidas; o los de la Mixteca, donde las fotografías y los objetos personales de los difuntos se colocan con solemnidad sobre manteles bordados a mano.
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Cada altar cuenta una historia. No son solo ofrendas: son actos de amor. En ellos se colocan los alimentos y bebidas favoritas de los seres queridos, para recibirlos durante la noche del 1 y 2 de noviembre, cuando, según la creencia, las almas regresan a convivir con los vivos. El aroma del incienso guía el camino, y el resplandor de las velas simboliza la luz que los acompaña de regreso al más allá.
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El Zócalo se llena de visitantes locales y extranjeros, todos admirando los detalles, los colores y la devoción que emana de cada ofrenda. Entre música tradicional, comparsas, catrinas y bailes, Oaxaca demuestra que el Día de Muertos no es una despedida, sino un reencuentro con quienes nunca se han ido del todo.
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Vivir el Día de Muertos en Oaxaca es comprender que aquí la muerte no es tristeza: es memoria, es familia, es color. Es la forma en que un pueblo entero mantiene viva su historia a través de sus flores, sus altares y su amor.
Vivir Oaxaca como Local: Las Muerteadas
Si visitas Oaxaca durante el Día de Muertos, más allá de los altares y comparsas del centro histórico, existe una celebración profundamente oaxaqueña que pocos turistas conocen en su esencia: las muerteadas.
Las muerteadas son grandes fiestas populares que se realizan en los barrios y municipios de los Valles Centrales durante las noches del 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre. Son una mezcla entre procesión, baile y carnaval, donde la música de bandas tradicionales acompaña a comparsas de vecinos disfrazados de calaveras, diablos, catrinas, animales o personajes locales.
Cada comunidad organiza su propia muerteada con su estilo particular, y lo que las hace únicas es su espíritu festivo y comunitario: la gente baila toda la noche por las calles, acompañada de mezcal, risas, versos picarescos y un respeto profundo por quienes ya partieron.
En municipios cercanos como Etla, San Agustín, Santa Cruz Xoxocotlán o San Pablo Villa de Mitla, las muerteadas son verdaderas joyas culturales. Algunas inician con un pequeño desfile y terminan con bandas tocando hasta el amanecer, mientras los participantes recorren el pueblo con disfraces elaborados, máscaras talladas y carros alegóricos decorados con luces y flores de cempasúchil.
💀 Una experiencia auténtica, pero con precaución
Para quienes desean vivir Oaxaca como locales, asistir a una muerteada es una experiencia inolvidable. Sin embargo, se recomienda hacerlo con acompañamiento local o con guías que conozcan bien la zona. Muchas de estas fiestas se realizan en comunidades donde las calles se llenan de gente, hay música fuerte y consumo de mezcal, por lo que es importante mantener una actitud respetuosa y cuidadosa.
Evita conducir de noche, no te separes del grupo con el que vas, y recuerda siempre pedir permiso antes de tomar fotografías, especialmente a los participantes o a los altares familiares.
🎺 Oaxaca celebra la vida a través de la muerte, y las muerteadas son el mejor ejemplo de ello: una fusión entre lo sagrado y lo festivo, donde los oaxaqueños demuestran que la muerte no es el final, sino una oportunidad para recordar, reír y bailar juntos, entre flores, música y tradición.

